Encaramado en el Cerro del Sol, el Generalife me transportó a otra época. Este palacio de verano de los sultanes nazaríes, construido entre los siglos XII y XIV, era un santuario de frescor lejos del bullicio de la Alhambra. Paseé bajo pérgolas llenas de flores, escuché el zumbido del agua en las fuentes y percibí el aroma de los cipreses y los rosales. El Patio de la Acequia, con su largo estanque bordeado de centelleantes chorros de agua, parecía susurrar historias olvidadas. Este lugar es una escapada del mundo, un jardín suspendido entre el cielo y la historia, donde la belleza reina en silencio.
Recomiendo encarecidamente una visita a los jardines y palacios del Generalife, ¡estos lugares me trascendieron!

